domingo, 11 de mayo de 2014

DEJARNOS TOCAR POR LA VIDA



"Sabio no es quien pensó la vida sino quien dejó que la vida le diga lo que ella misma aprendió viviéndolo a él, quien dejó que la vida le entregue su sabor: le revele su sentido. No el sentido que él le da a la vida sino el sentido que la vida misma es: su darse, su entregarse.

En general el hombre sabio no dice su sabiduría: la muestra. Le encarna vida, una vida que, por eso mismo, irradia sentido, se muestra sabia. El sabio es un testigo, no un profesor. Lo suyo no es impartir un conocimiento sino testimoniar una experiencia y por eso, porque en sus palabras está involucrada y manifestada su vida, más que profesor es "maestro". Enseña lo que vive, no lo que sabe, o, en todo caso, sabe viviendo, testimoniando la vida.

El testigo de la vida, el sabio, da testimonio, no ejemplo. El ejemplo siempre implica un "piensa como pienso yo", un "imítame a mí", en cambio en el testimonio el valor se pone en lo experimentado, en la vida, no en quién la experimenta. El testigo se borra para que aparezca lo testimoniado, para que aparezca en aquel que recibe el testimonio. Quien da testimonio, quien se pone como ejemplo, por el contrario, busca atraer, retener, no dar.

La vida da, siempre y a todos, la posibilidad de experimentar un nacimiento y una muerte, un tiempo de desamparo y un tiempo de cobijo, el peso de un error y la libertad de un perdón, da la soledad y da el amor...La vida da a todos, y siempre, su decirse, su manifestarse: su experiencia.

Sabio no se es de una vez para siempre, sabio es el sostenimiento de una relación con la vida, es una escucha a la vida, a su decirse, su revelarse, su contarnos en lo que nosotros vive y vivió. El sabio sabe, va sabiendo y respondiendo, a eso que da la vida: la propia vida de quien la vive. Su unicidad, su singularidad, no es cuantitativa, no es singular por ser una sino por ser irrepetible, por ser original. Por ser ese don de ella que somos cada uno de nosotros, eso que respondiendo vamos siendo, vamos viviendo.

Quizá haya una sola condición para devenir sabio, para encarnar la vida conscientemente, vitalmente: hacerse vulnerable a ella, exponerse a lo que nos trae, padecer lo que nos ofrece: dejarnos tocar. Permanecer cercano a su temblor inicial, a la vida antes de separarse de ella misma, antes de transformarse en nuestro plan, en nuestro proyecto, en eso que suele ser mero interés o usufructo, eso que más que vivir es funcionar.

El "vivir" del "funcionar", el sentido del sinsentido, están separados apenas por un paso: el paso apurado, el de la rapidez, el que nos saca de la vida, el que no lo marca el latido sino el reloj. Por esto, tal vez, hay tan pocos sabios, por esto, tal vez, corremos tanto, giramos, sin saber detrás de qué"

Este artículo fue escrito por Hugo Mujica, sacerdote y escritor. Fue publicado en la revista Clarín del año 2003 y desde aquella época lo tengo guardado. Llegó a mis manos a través de Mabel García, una querida amiga que ha sabido ser muy generosa conmigo. Cada tanto lo encuentro, lo vuelvo a leer y me hace bien.
Hoy lo volví a encontrar y me dieron ganas de compartirlo. 

No hay comentarios: